“...Una mención destacadísima es para los toreros a caballo, esos jinetes que parecen sacados del Apocalipsis, de las grutas siniestras del abismo. Es deplorable (por decir algo políticamente correcto) su actuación, toro tras toro, tarde tras tarde. Insufrible. Al animal le dan una tunda de narices. Le hincan la puya de aquella manera, le tapan la salida, le dan y le dan, le barrenan, le retuercen la vara, le desloman. Y tan panchos. Aquí no pasa nada. En el primer encuentro dejan al animal hecho papilla. Al segundo, más de lo mismo. Esto sucede cuando el toro ofrece alguna condición extraordinaria, es decir, aquel que no sea tonto de baba, que para éstos tienen fármacos placebos (picotazos para cubrir el expediente). A los matadores a pie les da tres cuartos de lo mismo. Ni se molestan en poner al toro en suerte, con la distancia adecuada. Al contrario. Allí mismo lo meten debajo del peto. Literalmente a empujones. El público generalista se va acostumbrando poco a poco a esta barrabasada y, de golpe, la va asumiendo como verdadera. A los aficionados les parece pornográfica. Pero, ¿hasta cuándo tenemos que soportar este atropello? ¿No es este su oficio, que se están cargando a conciencia? ¡Qué desvergüenza! ¡Qué estropicio! Esto es inadmisible. Insufrible. Intolerable. ¡Por Dios que alguien haga algo!. Un aficionado se pone a pensar en este atropello y le dan los siete males. Con las ganas que tienen de ver toros como mandan los cánones, y cuando salen al ruedo, se encuentran que no hay nadie que haga nada...”
Nota : Extracto sobre la suerte de varas de la crónica de Paz Domingo (Toroaficion) del festejo del día 16 de mayo en las Ventas, toros de José Escolar.