Maestro, ¿qué estabais pintando? ¿Retratabais a Sus Majestades en un lienzo tan grande teniéndolos como modelo? ¿O bien habéis pintando esta misma familia de Felipe IV en un lienzo que nunca veremos? ¿Cuántos espejos había en el obrador y cómo estaban colocados? Si pintabais realmente a las meninas ¿por qué están sorprendidos todos los personajes? ¿Qué queríais decir con todo esto, maestro? Es imposible saberlo porque nadie dice nada cuando le pregunto. Es decir, a los que puedo preguntarles. Ni a vos, a quien tan respetuosamente inquirí en una ocasión, ni a los dos enanos, ni a la dueña guardadamas. Callan como sellados por un secreto. A veces pienso que habéis querido jugarnos burlonamente el mayor trampantojo de la pintura. Un enredo o artificio para engañarnos a todos y en especial a los del oficio. Y si se arriesga, que no me atrevo, pues sé que no me contestaríais, aún os haría otra pregunta: ¿por qué le gusta tanto al rey Felipe IV este cuadro que le llaman su familia, que no son otra cosa que un perro y enanos, meninas y criados? Pero si quisisteis hacer un chiste sin importancia, mi señor don Diego, bien puedo decir que fuisteis trasquilado y aún trasquilado a cruces, puesto que pintansteis el cuadro más estupendo que dieron los tiempos pasados, el triste siglo de hoy, y que admirarán los venideros.
Texto: Los espejos paralelos de Nestor Luján
Imagen: Las Meninas
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