El sol ilumina con intensidad la dehesa «Los Romerales». Los toros de Fuente Ymbro campean a sus anchas en la inmensidad de la finca del ganadero Ricardo Gallardo, situada en el término gaditano de San José del Valle, entre la campiña y la sierra. Erales y novillos corretean; varios sementales gozan de un harén de vacas; en otro cercado, «Jurador», un burraco que se lidiará en San Fermín, se rasca en el tronco de un árbol seco; al fondo, un imponente cinqueño reseñado para Madrid reburdea y busca pelea con su hermano. En pleno invierno, la temperatura es propia de un día primaveral. Y el calor altera la sangre brava. Los pitones se cruzan. Unos juegan y otros piden guerra. Aquello podría acabar en arboladuras astilladas, en cornada y en bajas en la camada. Si salen ilesos es gracias a las fundas de sus cornamentas, un hallazgo del mayoral de esta divisa, Alfonso Vázquez. Ha revolucionado con su invento las ganaderías y numerosos criadores de toros han acudido a él para que les imparta una clase sobre cómo enfundar las astas. ABC fue testigo directo de una de esas lecciones magistrales. Esta vez el mayoral se encontró con un hueso duro de roer: «Primoroso», número 73 y con guarismo 5.
Todo está preparado para proteger los pitones de «Primoroso», un precioso castaño listo para Almería o Logroño. En un cajón, los útiles necesarios: fibra de vidrio, resina de poliéster, papel celo, brocha, secador y guantes de látex, materiales de bajo coste. Rodeado de un par de bueyes y dos hermanos, el fuenteymbro descansa en una corraleta hasta que el mayoral lo aparta en un mueco para relajarlo con la anestesia. «Solemos colocar las fundas en la manga, pero en un espacio más amplio es como se aprecia, y así lo haremos», explica. El efecto suele ser inmediato, pero «Primoroso» se resiste a dormir. Duro de patas, aguanta en pie ante las miradas atónitas. Es necesario aumentar la dosis de anestesia, el producto más caro, junto a la mano de obra. Aun así, el toro tarda en caer. «Dice un veterinario famoso que eso es síntoma de bravura», espeta con orgullo Alfonso Vázquez.
Proceso de colocación
Media hora después, «Primoroso» rueda sobre la tierra. El mayoral se acerca y le tapa los ojos con una tela para que no vea por si despierta. Como un cirujano, se coloca los guantes y pide los instrumentos a sus dos ayudantes. Tijeras y bisturís se cambian por fibra de vidrio y brocha. Alfonso Vázquez, «el Edison» de la Fiesta, ilustra sobre la materia: «Lo primero es poner papel celo en las puntas para que no haya que rasparlas cuando se quite la funda, ya que el aislante se desprende como un capuchón. Luego mezclamos la resina con el catalizador y se da un baño con la brocha. A continuación, se coloca un pliego de fibra de vidrio y se le añade una nueva capa de resina. En la punta se coloca una bola de fibra, pues es la zona que más fácilmente se astilla. Y aligeramos el secado con un secador». Este proceso, que se desarrolla en unos veinte minutos, se realiza cinco meses antes de la lidia. La funda, que recuerda a una escayola, se retira con una cuchilla dos o tres días antes del embarque.
Alfonso Vázquez considera que todos son pros e insiste en que no hay peligro de que el cuerno se reblandezca o críe hongos. «Empezamos a trabajar con la fibra de vidrio hace cuatro años y nunca hemos tenido problemas. Además, no afecta al comportamiento del animal», afirma. La fibra de vidrio -empleada en barcos, defensas de coches, piscinas o tablas de surf- posee las ventajas de su bajo peso y su resistencia al fuego y la lluvia. Una nota positiva más es que, si se cae o desgasta, puede recolocarse otra.
150 euros de coste
Dado que las astas son elemento esencial, lo aconsejable es que los veedores observen la corrida antes de «enfundarla». Aunque Vázquez cree que no es absolutamente preciso, «porque la empresa envía a un veedor el día del embarque y, si un animal no está en perfecto estado, no se embarca». Precisamente, la escrupulosidad y la exigencia en los reconocimientos veterinarios ha motivado la propagación de las fundas: «Un toro astillado, cosa frecuente, no pasa el examen».
En un principio muchos lo calificaron de locura, pero la práctica ha demostrado la eficacia de esta creación de moda, que ha despertado gran interés entre aficionados y profesionales. «Los toreros están encantados de que lo que sale a la plaza es lo que han visto en el campo y los ganaderos saben que amortizan los gastos (alrededor de 150 euros por toro). Más vale gastarse un puñado de euros entre material y mano de obra que perder seis mil por la baja de un toro que no se lidie». Aparte de peleas y cornadas, los pitones se pueden dañar por el terreno de la finca. «Aquí tenemos una arenisca que se come la punta -relata el mayoral-. También depende de la dureza del cuerno. Por ejemplo, los cebadas lo tienen muy duro, pero se pegan mucho, con lo que el ganadero ha terminado poniendo fundas».
Los pitones, joya del toro, se conservan intactos en este cofre. «Lo bueno es que cuando quitas las fundas encuentras lo mismo que habías guardado en ellas: las astas íntegras». De ahí que las quince corridas y diez novilladas que lidiará Fuente Ymbro esta temporada luzcan unas fundas que, pese a empañar la belleza del ganado en el campo, se han convertido en guardianas de la integridad de un toro de lidia en el ruedo.
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